Obra de Chesterton
El mundo literario e intelectual
El mundo literario e intelectual de Chesterton se explica por la herencia victoriana de los grandes escritores y novelistas que admiró y que lo marcaron, como Charles Dickens, Robert Browning, o R. L. Stevenson, y anteriores, como Walter Scott o William Blake. Comparte el espíritu radical de algunos victorianos —de Dickens, Ruskin o Carlyle— de reacción contra los excesos de la segunda revolución industrial, pero también del publicista del siglo XVIII William Cobbett, quien, con su campaña a favor de los pequeños propietarios rurales, constituirá una de las bases del distributismo de orientación agraria. Dickens fue sin duda su autor de referencia y con quien se identificaba por su condición de novelista popular que conseguía el contacto inmediato con el lector y por sus ideales de justicia social plasmados en sus novelas. Defendió la novela popular, que practicó con su literatura detectivesca, y ejerció la crítica literaria y social desde una posición antiintelectual, hasta cierto punto radical y romántica. Más próximo al siglo XIX que al XX, la obra de Chesterton se impregna de una atmósfera decadentista y rasgos medievalizantes características del cambio de siglo.
El periodismo
Polemista brillante, dio salida a esta faceta de su carácter en el terreno espiritual, político, literario y especialmente periodístico. Colaboró durante muchos años en el diario liberal Daily News, y en el Illustrated London News con una columna semanal desde 1906. La vertiente periodística de Chesterton tiene que considerarse en continuidad con la ensayística. Director del semanario G. K’s Weekly (1925-1936), que fundó y dirigió él mismo, se enfrentó con sus artículos a los poderes ingleses dominantes. Tanto desde el terreno periodístico como literario no evitó la confrontación con otros autores ingleses contemporáneos, especialmente H. G. Wells y G. B. Shaw, con quienes entabló notables polémicas en cuestiones de orden moral, social o literario. Gracias a su extraordinario talento con la pluma y a la atmósfera de libertad dialéctica que alimentó, se convirtió en uno de los autores ingleses más conocidos fuera del Reino Unido. En Cataluña fue enormemente admirado y estableció relaciones de amistad en los círculos periodísticos y literarios que propiciaron, entre los años veinte y treinta del siglo pasado, la traducción al catalán de parte de su obra.
G. K. Chesterton, un hombre de su época
Se le ha definido como un periodista comprometido porque entra de pleno en el debate de las ideas, que hizo extensivo a toda su obra literaria. Chesterton no ahorró en polémicas ni controversias con escritores y periodistas de su tiempo, de H. G. Wells a Bernard Shaw, del parlamentario Charles Masterman al director del semanario socialista The Clarion, Robert Blatchford, y en los últimos años de su vida hizo oír su voz también en la radio. Su opinión anticonformista y radical rompía lanzas en temas tan importantes en la Gran Bretaña de principios de siglo como, por ejemplo, el imperialismo o la eugenesia. En términos actuales, se podría considerar Chesterton como un influencer de los años que van de la década de 1910 a la primera mitad de los años 30, porque situó al hombre corriente en el centro de todas las batallas sociales y políticas libradas en plena crisis económica y de valores, y en plena crisis de las democracias parlamentarias. Ante el fracaso del gran capitalismo, el miedo al bolchevismo, y en medio del auge de los totalitarismos, optó por una tercera vía, para dar forma a un ideario social demócrata basado en autores ingleses del siglo XVIII, XIX y principios del XX y en el pensamiento social de la iglesia católica a partir de León XIII.
La obra creativa de G. K. Chesterton
Hay cierto consenso en considerar que Chesterton escribió lo mejor de su obra creativa antes de 1910. Los mejores ensayos de contenido social (Heretics, 1905; What’s Wrong With the World, 1910), una autobiografía espiritual y un gran ensayo de pensamiento cristiano, como es Orthodoxy (1908), y también, del mismo año, el que se considera como la mejor compilación de relatos detectivescos, The Innocence of Father Brown. En crítica literaria destacan sus escritos sobre Charles Dickens. Una gran parte de su obra queda sepultada entre los miles de artículos que publicó en diarios y revistas, y que, actualmente, está saliendo a la luz editados en diversas compilaciones. Es autor de una autobiografía póstuma (1936), reeditada y traducida a muchos idiomas, que se puede leer como una introducción a su vida, su obra y su pensamiento. La fuerza literaria de sus escritos, periodísticos, ensayísticos o de ficción, hacen de Chesterton uno de los autores de referencia de la literatura universal.
Chesterton nos habla de su obra
En la Autobiography, póstuma, Chesterton se explica y explica su obra en clave de trayecto vital. Se despliega su memoria de la niñez, con escenarios familiares y la ascendencia literaria del padre, las calles y barrios que forman parte de su paisaje cotidiano, la relación con amigos y contrincantes, además de un montón de temas que recorren las polémicas duraderas en que participó y que encuentran eco en otras muchas de sus obras. Pero es, sobre todo, la batalla contra el pesimismo y el escepticismo dominante en la época de formación aquello que lo estimula a escribir y a dejar constancia de su tiempo. Chesterton tiende a explicarse, en la autobiografía y en toda su obra —sea esta periodística, ensayística, biográfica o de ficción—, la cual debe entenderse como una unidad que no se puede desvincular de un universo literario que influye de pleno en una cosmovisión romántica e idealista, sólidamente arraigada en el cristianismo.
Chesterton nos habla de la literatura
Chesterton fue el primer gran defensor de Charles Dickens (de quién prologó las obras en la Everyman’s Library), el novelista victoriano con quien mejor se identificó por su visión del hombre corriente y por su práctica de la novela sentimental que llega a todo el mundo. Chesterton defendió siempre un modelo de literatura popular, ejemplificada primero por Dickens, pero también por los autores de novela detectivesca — estilo que cultivó él mismo con éxito con los relatos del Padre Brown—, o de aventuras (de Walter Scott a R. L. Stevenson, dos autores especialmente admirados). Reticente respecto a la novela de carácter realista o naturalista (como por ejemplo la de Zola), se decantó hacia una literatura de base romántica e idealista, y en la defensa de las leyendas y de los cuentos de hadas que le abrieron desde la niñez un mundo de trascendencia, como también lo hicieron las obras de Shakespeare u otros grandes autores de la literatura universal representadas por su padre en el teatro de juguete que tenía en casa.