Pensamiento

Un mundo de ideas

Chesterton quería abrirnos la puerta de la tierra. Quería en cierto modo despertar nuestra mirada al mundo que se encuentra ante nosotros. Quería abrirnos la puerta a la proximidad de las cosas, de los otros y de Dios. Su misión fue hacer del kosmos un oikos, de la sustancia un existente, de la vida aquello cotidiano, de Dios una persona de carne y hueso, de la filosofía una historia.

Crisis existencial y de pensamiento

Varias circunstancias provocaron la crisis existencial del joven Gilbert. Ya se había alejado de la Iglesia Unitaria y pasaba por un periodo de agnosticismo. La dispersión de los miembros del Junior Debating Club para ir a estudiar a diferentes universidades inglesas y el final de las actividades de este club, el hecho de vivir una época de incertidumbres y dudas, vacilante entre el arte y la escritura, y, sobre todo, el ambiente decadente y de escepticismo de los modernos que se encontró en la Slade School of Fino Arte, lo llevaron a vivir un tiempo en los abismos del pesimismo. Las lecturas de Walt Whitman, Charles Dickens i Robert Louis Stevenson lo ayudaron a salir de esta etapa oscura.

Hacia un sistema propio

Su espíritu, colmado de asombro y agradecimiento, permea una infinidad de cuestiones, de lugares, de escenas, que tras recurrir a ellas varias veces y reflexivamente se puede ir descubriendo el hilo rojo que impregna cada una de sus páginas. Su peculiaridad recae en lo polimorfo de su obra: artículos, biografías, poemas, cuentos, novelas, historia… Con todo, el mismo escritor inglés expresó que sus libros constituían “las gárgolas de una determinada catedral” (Alarmas y digresiones).

Descubrimiento del Cristianismo

Si hay dos formas para llegar a un lugar, siendo una “la de no salir nunca del mismo”, Chesterton hizo la segunda que consiste “en dar la vuelta al mundo hasta volver al punto de partida” (The Everlasting Man). ) La actitud sapiencial de Chesterton, resumida por Fazio como el “asombro agradecido”, fue la constatación de la contingencia del mundo, de la experiencia del naufragio y del hogar del padre. Todo lo cual dispondrá a Chesterton para una apertura de espíritu, colmado de alegría y admiración, a la trascendencia y a la fe. No en vano Chesterton reafirmó que todos los caminos llevan a Roma.

El príncipe de las paradojas

El uso de la paradoja constituye uno de los elementos más importantes y a la vez más sugerentes de la obra de G. K. Chesterton, en sus diversos ámbitos (ensayo, ficción, artículos). Según H. Kenner, su uso constituye el corazón de su pensamiento y de sus escritos, y de ahí que se le llegue a denominar como «el excéntrico príncipe de la paradoja» (J. D. Douglas). El uso de la paradoja es fundamental en el pensamiento religioso de Chesterton, justamente porque el cristianismo es paradójico, siendo Jesucristo la paradoja final. Por ello, la personal apologética cristiana de Chesterton hace un uso prolífico de la paradoja, no solamente como recurso, sino como elemento que subyace en el fondo de la cuestión. Destacamos, por su importancia, el capítulo de Ortodoxia denominado «Las paradojas del cristianismo», en el cual se afronta explícitamente esta cuestión, mostrando el cristianismo como un arriesgado equilibrio, como una síntesis vertiginosa que evita la mediocridad de la dilución y aporta a la vida una intensidad inusitada.

Crítico de la Modernidad

Se puede considerar Chesterton como un reaccionario en el sentido etimológico del término, porque su pensamiento es fruto de la reacción que desplegó respecto las profecías que dominaban la atmósfera intelectual de su tiempo de formación: el imperialismo, la fe desenfrenada en el progreso, el cosmopolitismo, el materialismo. Continúa así la reacción victoriana manifestada desde Carlyle, John Ruskin, o William Morris, oponiéndose a la modernidad desde ideales sociales o socializadores que hacen hincapié en la centralidad de la espiritualidad, el arte y la cultura. Derivará más adelante hacia la crítica del gran capitalismo concentracionario (que provenía de América) y el socialismo de Estado, para defender un mundo hecho a pequeña escala, las raíces en lo local, y una poética romántica resumida en el principio de “small is beautiful”. La belleza antigua unía, según Chesterton. la pequeña Inglaterra con Europa, y hacía de la forma medieval la expresión más importante del desencanto con la realidad moderna.